A ambos lados se extienden en dos alas los doce Apóstoles bajo otros tantos
doseles trilobulados apoyados en pequeños capiteles historiados. Son figuras
tiesas, amaneradas en los pliegues de sus ropas, deformes y hasta bárbaras, si
se quiere, en sus proporciones y dibujos. Esta es la parte del friso que más ha
sufrido el paso del tiempo (y el incendio de 1811), pues las figuras están muy
deterioradas, muchas incluso descabezadas. Los doseles llevaban inscripciones
con el nombre de los distintos Apóstoles; los que se conservan permiten
identificar a varios del lado izquierdo (Pedro el 1º por la izquierda, Santiago el 2º y quizás Santiago el Menor el 5º), pero
los del lado derecho se realizaron todos en la restauración del s.XX y ninguno
tiene inscripción. En el conjunto del friso se percibe la obra de dos maestros
escultores: el autor de las figuras laterales tiene un estilo plano, poco
evolucionado, mientras que el autor del Pantocrátor y del Tetramorfos consigue
dar movimiento y volumen a los paños y monumentalidad a las figuras. Pese a ser
románico de finales del siglo XII, está muy lejos de lo estático que caracteriza
al estilo; aquí las figuras parecen tener vida, y ya se anuncia el estilo
gótico.
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